Gervis Medina: Venezuela una democracia de ignorantes

Cuando estudiaba filosofía, leía un análisis que hiciera Bertrand Russell: ¡Pregúntate a ti mismo! ¿Cuáles son los hechos? ¿Cuál es la verdad que los hechos revelan? Nunca te dejes desviar, ya sea  por lo que  deseas creer o por lo que crees que te traería beneficio si así fuera creído. Observa única e indudablemente cuáles son los hechos. Eso es la aplicación de lo intelectual.

Por otro lado, el amor es sabio, el odio es tonto. En este mundo, que cada vez se vuelve más  y más estrechamente interconectado. Tenemos que aprender a tolerarnos  los unos a los otros. Tenemos que aprender a aceptar el hecho de que alguien dirá cosas que no nos gustarán. Podemos, solo  vivir juntos de esa manera si vamos a vivir juntos  y no a morir juntos, debemos aprender un tipo de caridad y un tipo de tolerancia que sea absolutamente vital para la continuación de la vida humana  en este planeta. Esto es lo moral.
Hoy en día es muy difícil combatir la ignorancia. Sobre todo, porque cuando nos afecta no estamos al corriente de ello. Valga de ejemplo lo que le ocurrió a Sócrates, en la Grecia del siglo V a. c. Sabemos que el maestro fue condenado a muerte por hablar sobre la moral y la democracia, como la de ahora que contribuyó a crear y en la que posiblemente creyó. Su delito: denunciar la “corrupción” y el pisoteo de las “libertades” por aquellos que ostentaban el poder y sus círculos clientelares.
Dicen que cuando apuró el vaso de cicuta en búsqueda de la muerte, se consoló y nos consoló manifestando que “siempre habrá alguien para pasear a mi lado y denunciar a los corruptos y a aquellos que se llenan los bolsillos”. Creo que esto demuestra que la ignorancia es sólida compañera del poder y del autoritarismo, de la misma forma que lo es de los fuertes y de los débiles.

Debemos atacar la ignorancia, quien pasó a ser el modus vivendi del venezolano, o mejor dicho el modelo político en una cosa llamada Venezuela, y vaya que si lo es, que existen personas que abusan de este privilegio. Nos han confundido presentándonos en plato de plata la deseada libertad individual, sea del tipo que sea: y nos hemos dejado engañar y dominar por los lenguajes políticos y las bondades materiales ofrecidas y no consentidas.
Cuando la clase política y las élites sociales han conseguido trenzar sus intereses de modo que las ventajas de la estabilidad y el parasitismo sobre las instituciones públicas se reparten de modo equilibrado entre ellos o, en su caso, procurando una razonable rotación en el disfrute de prebendas, el anquilosamiento o la congelación del régimen, no es difícil. Han sido capaces de extender la trama por todo el país apostando en cada lugar estratégico a un leal cacique local que asegure la aceptación pacífica o incluso entusiasta y desde luego participativa del reparto de poder, abusando de los muchos. Este estilo de política desarrollada no es para nada audaz. Su cobardía se cobija en el abuso de la autoridad y el poder que otorga la fuerza del poder coercitivo amparado por la ignorancia jurídica, administrativa y democrática que nos permiten.
Debemos comportarnos como apóstoles de la justicia social en Venezuela. Buscar el perfeccionamiento en todo; capacitación profesional, actividad ciudadana, en la cultura y en la actitud ante la vida y ante la eternidad. Mientras más conocimientos adquiramos y más experiencia acumulemos, más conciencia tomaremos de lo ínfimo de la criatura humana ante la inmensidad de lo creado y de nuestro Creador. Y alejaremos la ignorancia como modelo político.

Debemos aprender las virtudes cristianas y la sana distribución del tiempo; tiempo para orar, tiempo para hablar, tiempo para callar, tiempo para oír, tiempo para trabajar, tiempo para estudiar, tiempo para amar y para hacernos amar.
Debemos imitar y propugnar la conducta de nuestro santo ciudadano Dr. José Gregorio Hernández: evitar el mal, practicar el bien y tender a la perfección. Estas ideas, hacia la perfección nos estimula los sentidos  y a poner todos los medios para lograrla: el trabajo, que ocupa y dignifica nuestras potencias; la pureza irreprensible de las costumbres; el desprecio de las cosas terrenas y materiales; la meditación que ilustra al espíritu; el silencio que fortalece; la práctica constante de toda virtud; en fin, la aspiración a la santidad y al ciudadanismo.

El hermoso ejemplo de ascetismo, de servicio y de religiosidad, que la Providencia ha querido brindarnos en la persona de José Gregorio, ejemplo de hombre comprometido con Dios, consigo mismo y con los demás, es más apreciable y meritorio en una sociedad como la nuestra, donde son raras las personas que dedican sus potencialidades a practicar su religión con autenticidad, donde pocos luchan por vencer la ignorancia, donde muchos se dejan llevar de las críticas, las burlas y el respeto humano, ante la atmosfera de naturalismo, de vicios, de pasiones y de indiferencia que nos envuelve. La oración diaria, la práctica de la virtud, el servicio a los más necesitados fueron, para este seglar comprometido, su actividad de cada día.

Debemos llegar a una educación adecuada, en la que la razón del individuo constituya no solo un valor de tipo moral, sino el fundamento de un nuevo orden social derivado no de la autoridad sino del pacto, convirtiéndose en la base de toda norma política. El discurso más cabal es el que reconoce el pacto entre las entidades reales determinadas a través del curso de la historia y no entre las creadas a lo largo de los siglos por el privilegio y conservadas por la tradición, porque estas no cuestionarán nunca los fundamentos económicos de una sociedad desigual, tal como ya dijo Sócrates hace veintiséis siglos.

Gervis Medina
Abogado-Criminologo